Desde siempre, el cuidado de nuestros viñedos tras la vendimia y su preparación, ha sido de vital importancia, a la hora de aguardar la siguiente cosecha.
No sabemos quién fue el primer genio que pensó, que cuánto mejor cuidadas y acondicionadas estuvieran las cepas para su próxima floración, mayor calidad en las variedades podríamos encontrar en las variedades recogidas, pero os hizo un gran favor.
Cuentan las antiguas leyendas, que ni siquiera, esta grandiosa técnica, fue inventada por un hombre, sino más bien, por un asno, que muerto de hambre, en pleno invierno, mordisqueando y recortando los sarmientos ya dormidos del campo, generó una actividad posterior en la planta, que a diferencia de las cepas en las que no había intervenido, se convirtió en calidad y vigorosidad a la hora de despertarse la vid.
Las manos más entendidas, más precisas, el conocimiento más nutrido, se pone al servicio de la poda en invierno.
Muchos serán los que aprenderán de los sabios maestros, que sin dañar a la cepa madre, la pondrán bonita y la prepararán para que el día de mañana, veamos despuntar, gracias a la calidad del sol y las altas temperaturas, brotes, maravillosos, que generarán, sin duda, vinos de máxima calidad.